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"Chupete" - el Orloff



Es fácil darse cuenta de que un caballo con treinta años de servicio en el lomo ya lo dio todo, viendo la evidente torpeza motriz del intenso y acumulado servicio como  integrante de la Fanfarria Militar “Alto Perú” del Regimiento de  Granaderos. 
De no mediar la intervención de la naturaleza, hubiera sido víctima del inexorable descarte.

Por eso el caballo de nuestra historia tenía algo más.
Los hombres de Caballería, acostumbrados al contacto con estos magníficos  animales, advirtieron que este compañero protocolario tenía virtudes que lo  diferenciaban.  La Jefatura dispuso entonces que el efectivo: “Chupete”, tal su nombre, "pasara a retiro con el grado de "Suboficial Principal" y que pudiera deambular
libremente y a voluntad por el Cuartel, haciéndose responsables todos los  integrantes de la Unidad de su bienestar y si el animal - en su licencia -  elegía para descansar un box distinto al que le pertenecía, no debería ser  molestado".

Cuando mansamente se distendía en los márgenes de la caballeriza y oía, a lo lejos, acordes de la Fanfarria montada que se aprestaba a partir hacia un acto, ladeaba las orejas y en forma rauda e intempestiva se dirigía a reunirse con la comitiva, tomando su lugar de timbalero (caballo sin jinete), en la formación, en donde nadie se lo impedía, excepto cuando se lo apartaba y amarraba con un cinto al cuello, antes de traspasar los umbrales de salida del Regimiento, adonde se quedaba con las ganas.
Cuántas historias de amistad y respeto fluyeron en torno a este caballo.
En la última etapa de su vida del año 1992, se desplomaba de cinco a seis veces al día, y los soldados, solidarios con el camarada, lo ayudaban con arneses a reincorporarse.
 En abril de ese año cayó circunstancialmente en el jardín histórico, y sus lánguidos ojos y sus rodillas vencidas indicaban que ya no iba a levantarse.

La Jefatura con dolor, a poco de conmemorarse el “Día de la Caballería”, ordenó sacrificarlo en ese mismo lugar y allí darle sepultura. El Suboficial Mayor Oropesa que lo había montado todos esos años, fue mudo testigo de esta despedida. Nadie pronunció palabra alguna, sólo había nudos en las gargantas.

Y cuando todo parece perdido y nos circunda la tristeza, aparece nuevamente como auxilio la imagen amiga de “Chupete” en el recuerdo, empujando con su hocico la puerta trasera del Escuadrón Chacabuco, en espera mañanera, que soldados le sirvan su ración diaria de mate cocido y pan, en su balde, que comparte, como de costumbre, junto a ellos.

La placa de homenaje en el Jardín Histórico del Regimiento dice:
Aquí descansan los restos del caballo “Chupete”, último exponente de la raza Orloff que prestara
servicios en esta Unidad durante 30 años ininterrumpidos como timbalero”.
Fuente:
Veintemilla, Sarg Ay Héctor Omar – (testimonio)
Urueña, Pedro Alberto – 
Presidente de la “Asociación de Granaderos
Reservistas de la República Argentina” – (texto).
 
 "Todos caminan, pero pocos son los que dejan huellas" (José Narosky - Escritor argentino 1930)

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