Rafael Fuller inventó el portón automático, para beneficio y comodidad de la humanidad. Cuando viajó a los Estados Unidos para registrar su invento, grande habrá sido su disgusto porque allí se enteró de que la documentación había sido sustraída de la Oficina de Patentes del Uruguay y patentado en los Estados Unidos. Por cierto, el robo de patentes era moneda casi corriente en materia de invenciones. En fin. Sería hacer justicia glorificar públicamente la memoria de este genio, para que los extranjeros sepan que en el Paraguay también existen mentes iluminadas. Y hablando de mentes tocadas por la gracia de Dios, me viene a la memoria Bartomeu Meliá s.j., un clásico entre los clásicos. Aunque nació en España, su apostolado en favor de los indígenas del Paraguay y Brasil lo hacen claramente merecedor de nuestra admiración. No en balde, ciertamente, este hombre tan versado en ciencias religiosas como en historia ha recibido en 2010 el Premio Bartolomé de las Casas.
Pena grande: Forma parte ya del folclore paraguayo esto de callar, de no honrar en vida a tantos héroes de la ciencia y de las letras. Y este callarse nuestro de cada día, debería convertirse en un mea culpa para los paraguayos, que llevamos, tal parece, el silencio, el miedo a expresarnos, a decir lo que pensamos, como una segunda piel. O como una naturaleza deforme de nuestra lengua.
Estamos endeudados en silencio para con nuestra historia y nuestro presente y acaso esa deuda sea una de las razones por la cual no podemos proyectarnos con vigor hacia mejores horizontes.
Gritemos a los cuatro vientos que una formidable camada de atletas que representa a la natación paraguaya retornó con medallas de oro de la XXI Edición del Promesas del Cono Sur llevada a cabo en Salto (Uruguay).
Bien se sabe que el deporte es saludable. No vengo a decir nada nuevo, obviamente. Pero sí quiero hacer énfasis en la necesidad de que la sociedad a través de los diversos canales de expresión busque fomentar el deporte. Cuántos jóvenes viven presas de las drogas, hoy por hoy, y cuánto bien hará a su organismo y a sus mentes ocupadas por vaya uno a saber qué oscuros y roedores pensamientos, practicar el deporte. Hay crisis de identidad que se resuelven a través de la disciplina deportiva.
No callemos, salvo que no tengamos nada que decir, que nuestra ignorancia nos supere largamente.
Callar es morir un poco cada día y ser cómplice de la sepultura de muchos sueños propios y ajenos.
Callar es enterrar la rosa aún antes de que nazca a la brisa. Callar es fermentar la voz. Es volverla vieja.
Callar nos lleva a ser prisioneros, en tanto que las aves trinan. Con el silencio amargo, mejor dicho con el miedo, estamos escribiendo un largo y frondoso libro infame que gentes de otros países “leen” encontrando razones para pensar que somos un país que existe en el mundo nada más porque tiene forma geográfica.
delfina@abc.com.py
21 de Noviembre de 2011
21 de Noviembre de 2011
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