Cuando creímos que ya era hora de volver a casa, en la vereda de la calle paralela a la playa y pegada al acantilado, alcanzamos ver una buena cantidad de gatos multicolores, unos veinte calculo, todos sentados y en su mayoría observando en la misma dirección.
Nos detuvimos.
Comencé a tomar fotos desde distintos ángulos y distancias, a lo que me pareció un interesante motivo.
En un preciso instante y al unísono, ante mi sorpresa los felinos comenzaron a correr para acercarse a un señor que iba a su encuentro.
Mientras el señor caminaba, los gatos lo rodeaban y maullaban como brindándole un saludo de bienvenida.
Seguimos con atención la escena para ver su desenlace.
El grupo se introdujo en un descubierto recoveco dedicado a recipientes de desperdicios, y allí devoraron en silencio el alimento que ese buen señor arrojó dispersándolo por el suelo.
Después de registrar la escena no con poca emoción, me acerqué a ese buen señor para expresarle mi reconocimiento.
–Señor mío,- le dije- usted tiene asegurado un lugar preferencial en el paraíso.
A lo que él me respondió con la sencillez y modestia de un auténtico benefactor nato:
- Estos animalitos me prefieren aquí…
(Como muchos ya saben, "Milo" Auerbach fue durante muchos años parte de la historia de nuestra calle Nueva York - Le agradecemos profundamente que nos haya tenido presentes al referir esta historia.)
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