Mediados del 2001. A la redacción de la Revista "Villa Tranquila", como a tantos otros centros de noticias, llega una información escueta, esperada, pero igualmente impactante: "Murió Cipriano Reyes".
Había nacido en Lincoln, Provincia de Buenos Aires, en 1906. El diario "La Palabra", de la ciudad de Zárate, publicó su primera poesía en homenaje al Dr. José Arce por 1923. Pasó su juventud en Necochea.
Por 1943, cuando la Federación se escinde dando origen al Sindicato Autónomo de la Industria de la Carne, Cipriano comienza a cobrar una notoriedad que sería causa de que lo amaran, lo odiaran, trataran de matarlo, lo encarcelaran, lo torturaran. Siempre quiso adueñarse de la idea del 17 de Octubre, como quiso desde su Partido Laborista llegar, junto con Perón a la presidencia, a la gobernación de la Provincia que finalmente correspondió a Domingo Mercante.
Discutido siempre, logró ser respetado a medida que iba envejeciendo.
Se enamoró otra vez ya con avanzada edad, y eso seguramente le permitió casi llegar a centenario y convertirse en filósofo y poeta.
Cipriano, en la charla coloquial, era encantador. Defendía casi a los gritos de su enronquecida garganta, los principios en los que siempre creyó.
Y ahora, muerto e inofensivo, quizá comience su camino para convertirse en un prócer nacional. Porque el precio lo pagó.
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