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"Montevideo y 11" grabó su programa 100

Presentamos aquí los testimonios gráficos de lo ocurrido el pasado viernes 14 de septiembre de 2007 en las instalaciones de la Escuela de Arte de Berisso.


Si bien la calidad fotográfica no es como para que exclamen ¡qué bárbaro!, permite tener una visión aproximada de qué ocurrió cuando un nutrido grupo de profesores, alumnos, familiares, amigos y favorecedores se llegó hasta el hermoso edificio de la Escuela para participar o al menos ser testigo de lo que allí se brindaría esa tardecita de final de invierno.


¿Y qué iba a ocurrir, que finalmente ocurrió? Dábase la circunstancia feliz de que el jueves 20 se celebraría la emisión número 100 del programa radial "Montevideo y 11", envío radial semanal que como todos los jueves propala al éter a través de sus ondas la emisora berissense Difusión. Los speakers de esa broadcasting aseguran llegar a una audiencia tan populosa como entusiasta, que merecía indudablemente "tirar la casa por la ventana" en esta oportunidad.


Pero las dimensiones del estudio mayor de Difusión no permitirían la actuación en vivo de cotizados artistas que estaban dispuestos a engalanar tal festejo con su maravilloso decir y hacer, ni tantos invitados podrían acercarse a los micrófonos para desear todo tipo de buenaventura a los conductores, productores, operadores y columnistas del programa. Menos aún podría dar cabida a un público que deseaba pasar de su casi ignoto papel del otro lado de su Spika para demostrar con su presencia viva que era realmente un protagonista activo y fundamental del acontecimiento.


Fue así que se alzaron el pasado viernes voces vibrantes embriagadas de emoción - al comienzo del evento - y de otros elixires más tarde. Los arpegios de los artistas se hicieron oír hasta en los más recónditos rincones de ese templo de las disciplinas de la belleza. Los aplausos resonaron sin retaceo para demostrar la valoración excelente que el auditorio realizaba tras cada demostración de calidad de oradores, cantantes y músicos.


Los responsables del programa se sentían plenos, cual canes con dos apéndices terminales traseros. El sentimiento del deber cumplido los elevaba espiritualmente por encima del auditorio, y hasta quizá más aún, por encima del edificio de la Escuela. Y desde allí contemplaban un festejo que borraba el recuerdo de los momentos difíciles, del esfuerzo de cada semana, de los contratiempos inevitables en emprendimientos como este en el que habían empeñado sus esfuerzos y puesto todos sus afanes y sus sentimientos.


Los presentes fueron luego agasajados como merecían, sin que a ninguno se le ocurriera suponer ni remotamente que hubiesen venido esa tarde solamente por eso. Pero, por estar estando aquí, tampoco iban a despreciar esa muestra de afecto con la que los organizadores llenaban rebosantes copas, cual expresión material de un sentimiento embriagador, en sentido lato.


Así transcurrió una velada inolvidable, con la sencillez de lo trascendente y con la trascendencia de lo sencillo. Los besos y los abrazos ondulaban la marea humana y demostraban que, si "Berisso es Berisso" - imposible de explicar a quien no lo vive dentro suyo -, "la Escuela de Arte es la Escuela de Arte", que marca a sus docentes, a sus alumnos, a su personal auxiliar, a sus egresados y a todos los que la conocen, con una impronta que los hace disfrutar sentimientos de pertenencia y de referencia.


Por eso quisimos aquí, con cierto andante maestoso pero también con algún scherzo entremezclado, sumarnos a un evento especial en el que estuvimos presentes espiritualmente, compartiendo el orgullo de sus verdaderos protagonistas, orgullo tan inconmesurable que pudo derramarse en abundancia sobre presentes y ausentes.


Ahora queda solamente sentarse junto al receptor el jueves a las 17 horas para vivir - o para revivir - este festejo notable de 100 notables programas de "Montevideo y 11". Allí nos encontraremos y daremos todos juntos inicio al siguiente centenar de emisiones, pues este final de un ciclo es apenas un punto y seguido.


¡Felicitaciones! Y gracias por su afecto permanente.

Olga y Daniel

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