Carlos Alberto Veiga
Necochea, Buenos Aires, Argentina
Es una realidad que no puede desconocerse que, en situaciones políticas y macroeconómicas similares, existen países, regiones o ciudades que se desarrollan más que otras por efecto de la actuación de sus habitantes y dirigentes. Siempre hay crecimiento como consecuencia de los adelantos tecnológicos y del aumento de la población activa, pero algo distinto es el desarrollo que debe ser permanente, sustentable e inclusivo para toda la población.
Vemos a nuestros vecinos países como el Uruguay o el Brasil, donde la clase política y la dirigencia empresarial aparentan trabajar en común para proyectos generales que sustentan ese desarrollo, aunque las diferencias ideológicas siguen estando y son producto de debates civilizados y respetuosos. Hay regiones en nuestro país que se han desarrollado en forma constante con la inclusión de nuevas generaciones instruidas en universidades con sentido nacional y popular. Ejemplos como Rafaela, Tandil o Tres Arroyos son la prueba de esta afirmación.
En nuestra ciudad la fragmentación impide que realicemos entre todos un proyecto de región que defina que queremos ser en el futuro y como lo vamos a lograr. La clase política vive de enfrentamientos constantes, no existe un diálogo constructivo y sólo se piensa en construir reductos de poder que se diluyen en sucesivos fracasos. La clase dirigente vive encerrada en sus propios problemas y cada uno defiende su propia quinta sin tratar de lograr consensos. La consecuencia es la exclusión de un sector importante de la población y la carencia de futuro para nuestra juventud. Ni siquiera la instalación de dos Universidades, hecho que fue soñado durante años, ha podido revertir esta situación.
En nuestra provincia y en la nación esto se potencializa y los ciudadanos viven azorados los enfrentamientos de la clase dirigente que ha instalado nuevamente el odio, los agravios públicos de naturaleza inexplicable y los enfrentamientos estériles. Cada sector se siente con el derecho de transformarse en defensores o fundadores de una democracia débil, sin federalismo ni conceptos republicanos que sigue sin solucionar la pobreza y la exclusión social, mientras una minoría se enriquece y alardea de sus progresos económicos sin el menor pudor.
Como diría Discepolo "en el mismo lodo todos revolcados", jueces, políticos, empresarios, deportistas y artistas, los que compiten en los espacios de los medios de comunicación para insultarse y denunciarse de los hechos más criticables. Sólo siendo un incorregible optimista como el que escribe se puede seguir soñando con un país mejor.
16 de abril de 2010
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